Los pentagramas barrocos de la Chiquitanía
La provincia Chiquitos fue el primer escenario del encuentro de las culturas nativa y española
La Razón/ Ángel Vázquez Díaz de Tuesta
Se celebra en estas fechas el XI Festival Internacional de Música Renacentista y Barroca Americana de la Chiquitanía, una de las citas musicales más descollantes de Bolivia, ejemplo de la gran riqueza cultural de los pueblos chiquitanos, y memoria viva de la fecunda fusión entre la cultura europea e indígena.
La provincia Chiquitos fue el primer escenario del encuentro de las culturas nativa y española. En este territorio se fundó Santa Cruz de la Sierra en 1561. En 1691, el gobernador encomendó a la Compañía de Jesús la administración de la provincia, y el 31 de diciembre, el padre José de Arce fundó la misión de San Xavier, con la que comenzó el proceso misionero. A esta reducción jesuítica siguieron otras como San Rafael, San José, Concepción o San Ignacio de Velasco; en total 11 misiones, cerrándose el ciclo fundacional en 1760. A lo largo de este periodo, los chiquitanos se convirtieron en magníficos artesanos, pero sobre todo llegaron a ser excepcionales músicos, que reescribieron y adaptaron las armonías europeas de Victoria, Bach o Vivaldi, creando composiciones propias de gran significación artística e histórica.
La Cooperación Española dio inicio en 1997 a un intenso trabajo en la región chiquitana para desarrollar su extraordinario legado cultural a través de su Programa Patrimonio para el Desarrollo. Uno de los ámbitos más destacados de ese esfuerzo fue justamente el musical, en atención a las partituras llegadas hasta nosotros. Fue así como se inició la restauración de las partituras del Archivo Misional de Concepción entre 2007 y 2008, que permitió preservar miles de páginas que el musicólogo suizo Hans Roth había ido rescatando de manera incansable en algunas de las históricas misiones jesuíticas desde 1972. Nació así, en Bolivia, uno de los más importantes archivos de música barroca-misional del mundo.
El camino fue tan laborioso como ilusionante. En 2007, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) impulsó un acuerdo entre diversas instituciones para abordar un proceso ambicioso: restaurar cerca de 3.000 partituras y consolidar un taller de restauración especializado. La AECID y las autoridades departamentales y municipales de Santa Cruz y Concepción, así como la Corporación Andina de Fomento, la Asociación Pro Arte y Cultura (APAC) y el Plan Misiones pusieron en común sus recursos para hacer realidad esta importante iniciativa. El trabajo fue desarrollado al amparo del Programa de Escuelas Taller de la Cooperación Española.
Los resultados de este trabajo fueron extraordinarios. Se recuperaron muchas partituras a las que la usura del tiempo iban despojando de sus pentagramas, borrando sus notas, difuminando corcheas y claves, facilitando de este modo los trabajos posteriores de investigación que desarrollaron musicólogos insignes como el polaco Piotr Nawrot. Gracias a ello, emergió de nuevo un maravilloso repertorio de óperas, motetes, cantatas, madrigales y oratorios, sobre los cuales se edificaron los festivales de música que hoy hacen nuestro deleite.
España ha desplegado en esta tarea un esfuerzo cargado de ilusión. No solo la recuperación musical ha favorecido la identidad cultural del pueblo chiquitano y ha contribuido a su desarrollo, sino que además ha permitido sacar a la luz la extraordinaria labor que los jesuitas españoles y de otros países europeos desarrollaron en la región chiquitana, valiéndose de la música como instrumento. La acogida que esta fórmula tuvo entre las poblaciones indígenas fue extraordinaria y ha perdurado hasta hoy. De aquella “utopía cristiana en el oriente boliviano”, en palabras de Mariano Baptista Gumucio, brotó una tradición melómana viva y poderosa. La proliferación de orquestas e intérpretes que hoy admiramos en la Chiquitanía expresa la poderosa vitalidad de la semilla plantada hace años para devolver a la vida música de inmarcesible belleza, dormida desde hacía siglos en las misiones jesuíticas.
España profesa hacia esta obra admirable de la historia, la cultura y el desarrollo comunitario chiquitano un especial cariño. Por ello, con cada edición del festival de música, grupos españoles acuden, con sus instrumentos antiguos, a dar nueva vida a las partituras salvadas del naufragio del tiempo y del olvido. Y este año, además, coincidiendo con el festival, la AECID desea unir sus esfuerzos a la conmemoración del 300 aniversario de la muerte del músico español Sebastián Durón (1660-1716) mediante la publicación de una investigación sobre la obra de este destacado organista, maestro de capilla de Felipe V, y autor de un gran repertorio lírico, cuyo eco también resonó en Bolivia, como lo demuestra el hallazgo de 10 destacadas obras suyas en el Archivo Musical de Sucre.
Tras muchos años de experiencia, el llamado Plan Misiones impulsado por la Cooperación Española y las instituciones locales y nacionales bolivianas, sigue proyectando sus efectos en el desarrollo humano, social y cultural de una región única de Bolivia, y mostrando la originalidad de su modelo de gestión cultural, que sitúa a la cultura como un factor decisivo para el desarrollo y el ejercicio de los derechos culturales. Y yo, personalmente, como melómano irremisible, celebro que el noble arte de la música ocupe en este proceso el gran lugar de honor que le corresponde.
Artículo publicado en «La Razón» , 23 abril de 2016
http://www.la-razon.com/opinion/columnistas/pentagramas-barrocos-Chiquitania_0_2477752205.html