Exposición periodística auspiciada por la cooperación española en el Centro Cultural de España en La Paz

VAB200820133.jpg“VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA”

UNA TRAVESÍA AL PRESENTE, DE UN PAÍS CON UN GRAN FUTURO

La Paz, agosto de 2013 (AECID).- Paisajes increíbles, historias humanas que demuestran la sensibilidad y la fortaleza de una nación, crónicas de la vida diaria y de esperanzas compartidas, rostros, edificios, ríos, desiertos… imágenes en suma, que reflejan una Bolivia, la de principios del siglo XXI,  legendaria y a la vez demoledora de tópicos.

Esta podría ser la esencia de “Viaje al corazón de Bolivia”,  una iniciativa periodística, de texto y fotografía, plasmada en una expedición de medio año forjada con el apoyo económico de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y organizada por Naciones Unidas y el diario boliviano Página Siete.

El magno evento se plasma ahora en la exposición que acoge el Centro Cultural de España en La Paz (CCELP).

No es para menos la atención que merece esta exhibición inaugurada el 20 de agosto en el CCELP, pues la serie de crónicas y fotografías fue galardonada con la medalla de oro “Elizabeth Neuffert memorial prize 2012″ de la Asociación de Corresponsales de las Naciones Unidas.

“Viaje al corazón de Bolivia” es un “retrato” de la Bolivia de inicios del siglo XXI, señala el director del Centro de Información de la ONU, Robert Brockmann, uno de los impulsores del evento.

Según el curador de la exposición, el diseñador gráfico y director de la Carrera de Diseño Gráfico de la Universidad Católica de Bolivia, Gabriel Mariaca, la conjunción de textos, audios y fotografías otorga un entendimiento multidimensional y completo del proyecto, cuyo alma mater fue también el director de Página Siete, Raúl Peñaranda.

A lo largo de cinco meses en 2011, tres fotógrafos, tres cronistas y tres investigadores sociales recorrieron incomparables parajes de los llanos amazónicos, el Chaco, los Andes y los Yungas de Bolivia, plasmando en sus imágenes y sus palabras sus impresiones y experiencias de esos lugares que muchas veces ni siquiera aparecen en los mapas.

Según Peñaranda, esta exposición demuestra que Bolivia es “un país que se ve a sí mismo siempre distinto, dependiendo desde dónde se mire”.

Los llanos amazónicos fueron cubiertos por el fotógrafo Manuel Seoane y el cronista Benjamín Chávez; los valles y el Chaco corrieron a cargo de Juan Gabriel Estellano, que se ocupó de la imagen, y Álex Ayala, por el texto, mientras que las fotografías y reportajes de la ruta de los Andes y los espectaculares Yungas fueron realizadas por Noelia Zelaya y Liliana Carrillo, respectivamente.

Asimismo participaron tres investigadores sociales que acompañaron a los equipos y reunieron datos para Naciones Unidas: Robin Mamani, Daniel Platt y Tania Sossa.

Según destaca Brockmann, la iniciativa pretendía explorar y mostrar la vida de los bolivianos en 24 localidades de todo el país, pero también conocer la vertebración real de Bolivia en lo que a sus sistemas de comunicación se refiere, desde caminos y carreteras, hasta el acceso por internet de sus poblaciones, muchas de ellas aisladas hasta hace muy poco e inaccesibles siquiera al teléfono. Ahora, desde muchas de ellas se pueden ya enviar fotografías y textos digitalmente.

“El movilizarse fue difícil, la falta de rutas y otros medios de comunicación tradicionales fue una constante, pero siempre se logró llegar a destino”, refiere el fotógrafo Manuel Seoane.

Alex Ayala recuerda los problemas que tuvieron en algunos pueblitos con Internet o cuando el auto que habían contratado se quedó sin gasolina a mitad del camino. Las dificultades del transporte “tuvimos que solucionarla contratando a veces autos privados y otras viajando en camión”, dice al respecto Juan Gabriel Estellano.

En algunos casos, indica al respecto Noelia Zelaya, “, los buses que van hacia determinado pueblo, sólo salen y entran una vez por semana, lo cual significaba perder días valiosos para hacer el reportaje o aventurarse a ir ‘a dedo’. En otros casos, las marchas y bloqueos, casi nos dejan sin reportaje. Pero siempre, estos problemas hicieron que la historia se tornara aún más interesante”.

Este viaje casi iniciático, como recuerda alguno de sus participantes, trajo sobre todo una renovación de la “capacidad de sorpresa”, como apunta Ayala, pero también y sobre todo “amplificar” la idea que se tiene de Bolivia, asevera Seoane.

Este fotógrafo resalta el reconocimiento que dentro de su medio profesional ha permitido la participación en el proyecto, “mostrando que los jóvenes tenemos la capacidad de traer nuevas y serias propuestas al arte fotográfico nacional”.

“Todo viaje es una experiencia”, pero lo importante, dice al respecto Ayala, “no es lo que ha representado para nuestras carreras, sino que ha hecho visibles las realidades de los lugares que visitamos”.

Antes de participar en el viaje, Noelia Zelaya creía que “Bolivia era un cúmulo de caos, lucha, pobreza, corrupción, etc. “. Tal opinión cambió en el contacto diario con la gente.

“Ahora sé por experiencia propia –comenta la fotógrafa-, que Bolivia mantiene su corazón intacto, ese corazón bondadoso, fuerte, valiente. Ese corazón que está formado por esas personas que luchan cada día para mejorar a su país  esas personas que a pesar de haberlo perdido todo, se levantan y vuelven a luchar. Esas personas que aunque tengan solo un pan para comer, lo comparten. Esas personas que con orgullo se hacen llamar a sí mismos bolivianos”.

Los participantes en “El viaje al corazón de Bolivia” coinciden en los contrastes que encontraron en su camino. Contrastes evidenciados en las características culturales de los pueblos y etnias que visitaban, pero también en su manera de atender sus vidas y singularidades. Estas diferencias eran más acentuadas cuando se comparaban, por ejemplo, poblaciones como las andinas y del altiplano con las amazónicas. Sin embargo, era ese propio marco de diversidad y riqueza el que permitía superar cualquier suspicacia y recelo.

“Una de las principales dificultades logísticas que encontramos a lo largo del viaje fue el idioma –explica Zelaya-, ya que en gran parte de los lugares a los que fuimos el idioma materno era el quechua y, para nuestros males, ninguna de las tres viajeras sabíamos más allá que contar hasta cinco en quechua”.

Pero incluso las barreras idiomáticas fueron solventadas, pues como subraya Noelia, “gracias a Dios, la mímica es universal”.

Para Seoane, este viaje “amplificó” la idea que tenia de Bolivia: “Luego de ver y recorrer tanto, creo que nuestro país es inmensamente rico pero está demasiado incomunicado y eso hace que nos sea desconocido. Por otro lado tal vez sea esa incomunicación la que logra que mantengamos una cultura tan diversa y tan viva”.

Los recursos de “El viaje al corazón de Bolivia” fueron proporcionados por el Fondo para el Logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (FODM) del Gobierno de España, a través de la llamada “Ventana de Paz”, que funcionó coordinada por la ONU. La planificación y logística estuvo a cargo del Centro de Información de las Naciones Unidas en Bolivia (CINU).